miércoles, 7 de noviembre de 2018

Una verdadera familia


En nuestro itinerario por Polonia hemos llegado hasta el Monasterio de las Clarisas Capuchinas de Brwinow.
La comunidad cuenta con una historia muy particular. Inicialmente, era difícil encontrar un lugar adecuado para una fundación. Asi que publicaron un anuncio en la prensa sobre la posibilidad de comprar una casa familiar con un gran jardín en Brwinów. Fue en 1976, que después de ver la propiedad, las hermanas decidieron que el actual sería un lugar adecuado para la construcción del monasterio, especialmente debido al jardín grande, tan necesario en la vida contemplativa, y por la proximidad de los hermanos capuchinos. En aquellos tiempos, sin embargo, la construcción del monasterio no era un asunto fácil, no solo por los altos costos, que excedía significativamente las posibilidades de las hermanas, sino principalmente por las políticas de las autoridades comunistas, a quienes no les interesaba la creación de nuevos lugares de culto, especialmente de este tipo. Por lo tanto, el contrato para la compra tenía que ser firmado por dos hermanas que actuaban como personas privadas. Las hermanas que llegaron a la fundación tenían que pasar por laicas, e incluso el párroco no debía saber de su vida consagrada. Sin embargo, las hermanas intentaron llevar una vida religiosa relativamente normal, que a veces creaba situaciones muy difíciles o divertidas. Ellas experimentaron la protección de Dios todos los días. La entonces Superiora, la Hna. Beata, testimoniaba que nunca contaba el dinero, y cuando se trataba de pagar algo, siempre había tanto como era necesario. Los hermanos capuchinos ayudaron a los hermanas, no solo economicamente sino también viniendo en sus vacaciones para ayudar con sus manos en la construcción. La casa creció veloz como un hogar familiar. Se requerían una gran cantidad de reflejos y astucia para ocultar el verdadero propósito de la construcción. Fue necesario responder a las preguntas de los trabajadores a quienes les llamaba la atención el número de habitaciones pequeñas, y tantas personas que se maravillan al ver compartir bajo un mismo techo cinco mujeres, la mayoría de las cuales eran muy jóvenes. Afortunadamente, desde el principio, el sacerdote misionero Aleksander Gubała vivia con ellas, llamado por todas el "tío".  Y entre las hermanas también había una que  podría considerarse su esposa a los ojos de los vecinos, llamada la "tía". De esta manera, fue posible crear la apariencia de una familia común. Esta situación provocó muchas anécdotas divertidas. 


La construcción gradual y los cambios en los edificios afectaron adversamente la forma y la funcionalidad de la estructura como monasterio, pero lo más importante fue que la construcción se completó. El Cardenal Primado de Polonia consagró la capilla en 1987. Mientras tanto, llegaron nuevas hermanas, de modo que, a pesar de los trabajos finales, la vida monástica se fue normalizando gradualmente para cumplir su misión: contribuir espiritualmente al crecimiento de la Iglesia y "sostener a sus miembros vacilantes y débiles". 
Hoy la comunidad continua con entusiasmo, con espontaneidad y alegría su vida cotidiana, con la presencia de muchas personas que se acercan a compartir las celebraciones en el monasterio. Una preocupación actual son las vocaciones, ya que hace años que no tienen candidatas, pero continúan alegres con la confianza puesta en Dios que las ha sostenido tiempos muy complejos, y que no les soltará su manos providente.









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