La cuidad de Oruro se encuentra a 3500 metros del nivel del mar, en el extenso altiplano boliviano, tierra de una intensa explotación minera y de historias de sufrimientos y trabajo esclavo. Allí la Iglesia acompaña el camino de este pueblo, bajo la protección de la Virgen del Socavón, que lo bendice desde su santuario edificado sobre una antigua mina.
Hace 24 años un pequeño grupo de hermanas Clarisas Capuchinas se ha hecho parte del camino de esta iglesia ofreciendo el sostén de la contemplación y dando un testimonio valiente de pobreza evangélica y confianza en la providencia. Pusieron su residencia en Iroco, un pequeño pueblo en la periferia de la ciudad de Oruro.
Luego de los primeros años de mucha inestabilidad en la hermanas miembros de la comunidad, se ha ido afianzando un pequeño grupo de 5 hermanas que perseveran en este estilo de vida, viviendo al día con el trabajo de sus manos y poniendo toda la confianza en la providencia del Padre que jamás abandona.
El clima del altiplano es duro, frío y seco... pero reluce aquí la belleza de lo original, de lo auténtico, con su sencillez y rudeza. El paisaje invita a lo esencial y así las hermanas quieren vivir la herencia de Clara.
Una de las hermanas esta atravesando un periódo delicado en su salud, y todas las demás la acompañan con gran espíritu fraterno. Varias jóvenes están acercandose a cuestionerse sobre su futuro vocacional y participan de tiempos de convivencia con las hermanas.
La pobreza real que tanto amó Santa Clara es concreta aquí, sin romanticismos ni excusas, en un estilo de vida inculturado y cercano, al servicio de la Iglesia local, en especial comunión con el Obispo y sus sacerdotes.