El día 6 de febrero de 2022, en Ravenna, Italia, improvisamente la hermana muerte visitó a nuestras hermanas Clarisas Capuchinas, llevando a sr. Stefania Monti a la presencia del Señor. Su nombre de religiosa era Maria Stefania della Trasfigurazione. Nació el 5 de octubre de 1948, realizó su primera profesión religiosa el 9 de marzo de 1977. Fue Presidente de la Federación "Sacra Famiglia" de las Clarisas Capuchinas en Italia del 2009-2015, entre tantos servicios prestados a las hermanas. Gran experta en Biblia, el amor a la Palabra de Dios era su pasión que supo transmitir a las hermanas y al Pueblo de Dios. Su funeral se celebrará el 9 de febrero en Faenza.
Queremos recordarla en un hermoso y actualísimo texto de una reflexión presentada por ella en el año 2006, en el primer Encuentro Internacional de Capuchinas
La misión contemplativa en el mundo:
éxodo permanente y hospitalidad, según el ícono de Betania
sr. Stefania Monti OSCCap
Extractos de la Conferencia pronunciada
en el Encuentro Internacional de Capuchinas en México 2006.
"Intentaré ahora delinear los rasgos de nuestra existencia respeto a
las exigencias nuestras y del pueblo de Dios a través de algunos modelos
bíblicos que focalizan nuestra tipicidad respecto a las características
antropológicas generales de quien viva en fraternidad en un monasterio.
0.1 Modelos bíblicos considerados en la clave del "exodus stabilis"
Inicio por una breve cita de la encíclica de Benedicto XVI: "sí, el amor es “éxtasis”, pero éxtasis no en el sentido de un momento de ebriedad, mas éxtasis como camino, como éxodo permanente desde el yo cerrado en sí mismo
[3] . Me parece de especial interés en esta cita la consideración que el éxtasis, normalmente pensada como ápice de la experiencia mística, sea vista en el sentido etimológico del salir desde sí o sea de un éxodo permanente (stabilis) lo que parece una contraditio in terminis, como si fuera un “movimiento inmóvil” que revela el carácter agónico o de combate espiritual de la vida cristiana.
El éxodo es una experiencia limitada en el tiempo: cuarenta días desde el Egipto hacia el Sínai, cuarenta años desde el Sínai a la Tierra Prometida y, en paralelo, cuarenta días de camino de Elías en el desierto, cuarenta de tentación de Jesús antes de asumir públicamente su ministerio, hasta sus extremas consecuencias, ya delineadas en las que llamamos “tentaciones”. O sea hasta el éxodo/paso desde este mundo hacia el Padre identificado con Lc 9:31 y Jn 13:1. Para nosotros, es una condición de conversión constante; si ésta no se da, no hay vida cristiana ni, mucho menos, vida consagrada.
0.2 La tradición, como sabemos, ya se había puesto este interrogante, solucionándolo con dos modelos fundamentales: el de la escuela, privilegiando el modo de ser de Jesús como maestro y de sus seguidores como discípulos, y aquél de la comunión de la iglesia primitiva delineada en los sumarios de los Hechos
[4]. Pienso que el modelo franciscano más veces sugerido de la fraternitas como múltiple compañía de Jesús en su itinerancia sea una variante del modelo-escuela. Ahora, teniendo presente esta exigencia de fondo, quisiera proponer un modelo bíblico de vida contemplativa cristiana que considero más cercano a las exigencias contemporáneas de donde extraer algunas líneas para la interpretación de nuestra vida presente y de nuestro futuro.
1. La familia de Betania
Como paradigma de nuestra vida deseo presentar aquí el paradigma de
la casa de Betania, es decir Marta, María y Lázaro. Subrayo algunas
características y algunas consecuencias.
1.1 La primera
característica es la de ser un grupo familiar cualquiera, de sencilla vida
cotidiana, no demasiado disímil de la de otras familias de la época, por lo
tanto una cotidianidad anónima. Anónima y no fácil: los tres hermanos comparten
no sólo la tradición religiosa de sus contemporáneos y vecinos, mas también la
triste condición de encontrarse en un país ocupado, sujeto a frecuentes pasos
de la legión romana de la guarnición, que se preocupa de alimentarse a costa de
los habitantes con las consecuencias que todos podemos imaginar.
La condición de pobreza de la
gente no está supuesta o pensada, ni la vida es idílica sólo porque sea modesta
y retirada, lejos, en apariencia, de los grandes acontecimientos. Provoca más
bien una solidaridad entre familias y un estilo de ayuda recíproca.
Mas quien, todavía hoy, vaya a Jerusalén
sabe que a los pies de la cadena del Monte de los Olivos, en el viejo camino
que va hacia Jericó y el desierto, se encuentra un pueblito árabe que se llama el-Azariye:
se nota enseguida que este
nombre recuerda el de Lázaro, pero lo singular de este personaje tan
importante en los relatos evangélicos es que nunca escuchamos su voz.
Pero es protagonista de un
episodio cargado de consecuencias para Jesús y para él mismo, un testimonio
casi involuntario, pero muy costoso, basado únicamente en la amistad con Jesús
y, sobre todo, en el hecho que Jesús le amaba mucho. Pienso que
nuestro testimonio deba ser elocuente, mas sin demasiadas palabras,
basado en la vida en común, entre la gente, en estructuras modestas, con una
amplia atestación de pobreza y de compartir la situación común, sin buscar
privilegios particulares, mas queriendo participar del misterio de Jesús, sin
descuentos.
1.2 La familia de Betania sin embargo es una familia especial.
Nadie de los tres hermanos está casado - cosa bastante singular
en ambiente hebraico- mas, sobre todo, faltan el padre y la madre. Esta familia está compuesta exclusivamente de
hermano y hermanas en condición celibataria.
Son entonces todos adultos y responsables, aunque sea fácil pensar en
una supremacía no declarada de la hermana mayor (¿Marta?). Pero creo que el
elemento significativo sea la ausencia de los padres, que se impone para
entender mejor cuáles sean las relaciones internas.
Por nuestra parte la
elección de la fraternitas respecto
a una relación de hijos /filial es determinante para las relaciones
comunitarias. Las dos hermanas, por ejemplo, se presentan
como figuras antagónicas y a un tiempo recíprocas, como varias veces ocurre en
los personajes dobles de Lucas,
que son sobre todo dobles pedagógicos.
Si leemos el episodio de Lc 10:38-42, vemos cómo la tradición ha extraído
conclusiones incongruas respecto al texto.
Es bien conocido cómo en la diversidad entre las dos hermanas se haya
visto una especie de contraposición entre vida activa y vida contemplativa,
retomando un esquema que ya venía aplicado a Lea y Raquel.
En realidad conviene que emerja del texto más bien un clima y un cuadro
general, después algún detalle.
1.3 El clima es de
hospitalidad y de acogida (Lc 10:38).
Jesús va a esta casa porque sabe que
es bien acogido. Si en el primer
Testamento se habla varias veces de Dios que hospeda al hombre,
Lucas bosqueja la hospitalidad de los cristianos y en particular de las mujeres
en relación con Cristo y la iglesia.
Esta hospitalidad,
considerada virtud cristiana desde los escritos paulinos,
llega a ser un elemento cualitativo de muchas Reglas, no para aquella de Clara,
aunque parece un elemento imprescindible
hoy en esta realidad atormentada y multiétnica.
Esta
hospitalidad puede asumir muchos aspectos en nuestros monasterios: acogida de
Dios en nuestra historia no siempre
fácil, descubriendo las huellas de su paso en las variadas dificultades de hoy,
acogida recíproca, atención al ecumenismo y a las relaciones interreligiosas,
atención a los pobres. En pocas
palabras, es el ejercicio de la compasión, para usar un término amado
por la tradición oriental, que pone las bases de la fraternidad, la edifica y
la hace difusiva.
Podríamos preguntarnos si
Jesús se encuentra bien en nuestra casa,
pero hay que interrogarse a qué punto hemos llegado en aquella recíproca
acogida que estimula las personas a crecer y no se limita a dar un genérico
consuelo. Vemos ahora a las dos hermanas (Lázaro, si está presente, no habla). Marta
parece ser la dueña de la situación desde el punto de vista organizativo: es
una verdadera dueña de casa y como tal actúa. María por su parte, como sabemos,
se adecúa a un rol no suyo.
“Estar sentados a los pies de” alguien es un término técnico que indica el
discipulado en sentido estricto, reservado a los hombres (cf Lc 8:35). El mismo Lucas nos ha hablado de mujeres a la
secuela de Jesús ya desde Galilea (8: 1-3). Ellas le seguirán hasta la cruz
(23:49 y paralelos) y el duelo fúnebre (23:55 y paralelos), serán los primeros testigos de la resurrección
(24:1-8 y paralelos). A nadie sin embargo asigna un rol tan preciso
como a María y, repito, un rol considerado normalmente para/de hombre que en este caso no mortifica la
feminidad del personaje, sino muestra más bien especial sentido María
no se contenta con ser lo que debería ser, o sea, la que hospeda y ayuda a la
hermana en la acogida más sencilla y directa de Jesús, escuchando lo que él
dirá como todos y a la manera de todos, mas elige escuchar, interrogar, dejarse
cuestionar por el Maestro y Verbo de la vida.
1.4 Siempre en Betania ocurre otro episodio
significativo, aunque controvertido, sobre los personajes y la colocación. Sólo Juan (12:1-11)
parece ubicarlo en las casas de los tres hermanos, poniendo como protagonista a
María, hermana de Marta y Lázaro, relacionando así este episodio con el
anterior, que tiene a Lázaro como involuntario protagonista (11:1-44).
No
es este el momento de extenderse sobre las cuestiones críticas que aclararían
ambiente y personajes. Bastará notar que el episodio de Juan de alguna manera
propone de nuevo los roles de las personas que antes hemos ya visto. Marta sirve (v.2), Lázaro es un comensal como
siempre silencioso, María toma la iniciativa que la connota como auténtica
discípula y amiga de Jesús, en contraposición a Judas. Parecería en esto desmentir su carácter contemplativo, en el
sentido convencional del término. De hecho muestra otro aspecto elevado de la
hospitalidad: el del honor al huésped ofrecido con largueza, material precioso
y sin medida. En breve, en el signo de la absoluta gratuidad, de la pietas, o,
si queremos, de una cierta locura o, más bien, de la auténtica bondad
desinteresada.
Todos
hemos soñado en cambiar el mundo, las situaciones e incluso también la
comunidad. Cuando se entiende la imposibilidad de hacerlo, como se sueña de
adolescentes, es un signo de madurez amar a una persona o a personas concretas. En particular, en nuestro
caso, Jesús en la inminencia de su trágica muerte. El texto sugiere que no es
una equivocación donar todo, hasta el derroche, para curar una destrucción tan
próxima y dolorosa, por consiguiente el problema, en tal caso, no es cambiar
las situaciones, mas oponerse a la brutalidad con el amor.
Se trata en efecto de un
preparativo de muerte de signo opuesto al complot que va a llevar a la muerte a
Jesús; es, por el contrario, el signo de un amor generoso que no abandonará a
Cristo en ningún momento. Un gesto inútil, en un cierto aspecto, justo porque
no cambia el curso de los eventos ni inmediatos ni lejanos. Los discípulos, o sólo Judas,
según las redacciones, protestan contra una gratuidad que no pueden
entender.
De todo esto podríamos concluir que el verdadero
discípulo aprende del Maestro sobre todo a dar sin cálculos, mas volveremos
eventualmente sobre este argumento después.
1.5 Falta
considerar de cerca un
episodio sobre Lázaro, el hermano que hasta ahora hemos visto en el escenario
de fondo como una sombra, reducido sólo al nombre.
Creo que este episodio toque en particular muy de cerca la realidad de los
monasterios de Europa, donde es más evidente la crisis numérica y de las
fuerzas, y la condición de agonía. Preciso que esta situación en Europa no toca sólo
a nuestra Orden. Quien tenga suficiente conocimiento también de realidades
masculinas y femeninas más conocidas y prestigiosas que la nuestra,
sabe que todas viven las mismas dificultades.
En esta parte de mi intervención cojo en gran
medida un texto de p. Timothy Radcliffe,
ex Maestro general de la Orden de Predicadores, con quienes tenemos una relación afectuosa, si escuchamos (con el
debido sentido histórico-crítico) lo que las Fuentes nos dicen sobre las
relaciones entre Francisco y Domingo.
La primera constatación necesaria es que Jesús
deja morir a Lázaro, ni se preocupa de mantenerle de todas maneras con vida,
mas piensa sólo en la gloria de Dios (Jn 11:4.6). Ya esto nos induce a
preguntarnos si cuando pensamos en el futuro pensamos en la Gloria y el Reino o
nos preocupamos más bien de nuestro futuro personal, poniendo en la sombra una
de las características fundamentales de la vida religiosa, que es, de
cualquiera manera, memoria futuri,
o sea, indica al pueblo de Dios lo que él mismo será.
Jesús, no obstante, ama a Lázaro (Jn 11:3.5.33.35.38): el texto,
normalmente tan avaro de detalles sobre la vida privada del Señor, aquí
es insistente, así que nos vemos
inducidos a pensar, aunque sea difícil, que haya un estrecho enlace
entre la muerte del amigo y el cariño de Jesús.
Podemos de verdad ver las cosas de esta manera - la
muerte como señal de amistad y de amor- ¿o no estamos más bien espantadas de la
secularización alcanzada por nosotras
hasta la general indiferencia y que en otros lugares está arrasando, y de cualquier manera está llegando.
Estoy
convencida de que esta dinámica de muerte/amistad divina/gloria sea necesaria
para todos: en Europa estamos solamente
anticipándola respecto a otras zonas del mundo. Creo
sea necesario, de este texto, aprender que ars vivendi y ars moriendi son
estrechamente conexas y que debemos disponernos a una comprensión sapiencial de
nuestra vida, en la certeza que este “fracaso” que es nuestra muerte, como personas y como
instituciones, es de toda manera para la gloria de Dios.
El
discurso, a primera vista, afecta muy de
cerca y con una cierta urgencia a
nosotros europeos. Considero pero que todas nosotras debemos enfrentarlo
útilmente, en conjunto, también quien por ahora no está afectado por este
problema.
Esta
conciencia no puede sino acentuar aquel clima de hospitalidad recíproca que sería nuestro deber poder
construir en nuestras comunidades, donde con frecuencia nos sentimos aisladas
porque cada una cuenta con los propios recursos o piensa en sus problemas
personales, en su trabajo, o en el hecho de tener a disposición, de cualquier
manera, tiempo para vivir.
Jesús “llama” de nuevo a Lázaro a la vida, después
de la dura experiencia del sepulcro. Lo coloca como signo poderoso de la gloria
de Dios en lo profundo de la debilidad
de la condición humana. Lázaro, al fin y al cabo, vive una pascua anticipada,
hasta ser directamente implicado en el complot para eliminar a Jesús por ser
considerado un testigo incomodo (Jn 12:10). Todo esto no está demasiado lejos
de nuestra condición, porque también nosotros vivimos una pascua que es tan
sólo el typos de aquella última, estamos llamadas a un testimonio no
siempre fácil, ciertamente en contraste con el mundo, estamos vinculadas a un
amor de Cristo hacia nosotros que sin duda supera el nuestro para con él, en orden
a la gloria del Padre.
La Orden, tanto aquí en México como en España,
Polonia y en otros lugares, ha experimentado la persecución y no me atrevo a
hablar de este tema que conozco sin haberlo vivido, mas pienso que un verdadero
testigo debe esperarse de todo, aunque si de hecho morirá en su propia
cama.
No se trata entonces para nosotras de esperar que
este tiempo difícil termine lo más pronto posible, mas de estar dispuestos a
testimoniar la vida en el borde del sepulcro desde donde el Señor nos está
sacando.
Radcliffe,
que les sugiero leer, invita a ver en esto el sentido de la vocación y de los
mismos votos religiosos. Personalmente quisiera notar otro particular. Lázaro no
habla ni cuando sale del sepulcro. Totalmente sorprendido por el amor de
Jesús que le llama de nuevo a la vida, se expresa con un silencio que no
sabemos adjetivar: ¿asombrado? ¿atónito? ¿agradecido? alegre? Llamado de nuevo a la vida se mantiene como
el personaje que ya era: una persona sin particular importancia, portadora de
un gran misterio, como somos nosotros todos.
Nosotros somos socialmente marginales por elección, en la medida en que
pronunciamos los votos religiosos, y hoy todavía lo somos más, frente a una realidad donde cuentan cosas
diversas de aquéllas que nosotros vivimos, y precisamente el poder, la plata o
dinero, el éxito... Sabemos estas cosas y no me dilato en el tema. Deberíamos
descubrir aquí nuestro ser pauperes et minores sin prestigio, sin una
voz que se impone, libres para aceptar cualquier fracaso. Éxito y prestigio son en efecto la peor forma
de esclavitud y uno de los hilos conductores de los grandes cuentos bíblicos es
la quiebra de los grandes personajes de las Escrituras
2. Éxodo permanente
Vistas en breve estas características de los tres hermanos de Betania,
permítanme pasar a alguna
conclusión más inmediata relacionada al exodus stabilis antes citado.
2.1 El primer paso es salir de una mentalidad de supervivencia y de
anclaje con el pasado, a través de una criba atenta de nuestra tradición. En estos últimos años se ha insistido mucho en el carisma, mas no estoy
convencida que esto sea siempre correcto y productivo. Creo más bien que sea necesario volver al Evangelio en su
integridad, como exige el incipit de la Regla, y al ser cristianos. Para
esto deberíamos descubrir de nuevo las grandes Constituciones del Concilio
Vaticano II, comúnmente poco conocidas de las jóvenes generaciones, por lo
menos en Italia. Además de las grandes Constituciones, para leerlas también en
clave histórico-genética (su formación es importante para entender el sentido y
el valor y hacer una correcta hermenéutica), considero necesario descubrir las
grandes instancias del Concilio mismo, que a menudo en nuestras Constituciones
han encontrado escaso o ningún relieve. Indico aquí esencialmente tres
instancias.
2.1.1
La primera es el redescubrimiento de la Escritura y de la lectio divina, impropiamente
considerada práctica monástica. De hecho es práctica cristiana que interesa a
todos los bautizados y, en particular, a los religiosos en general.
Con
dos advertencias. La primera es que la lectio no es una práctica facultativa o
que se añade a las otras: “ésta abre un camino espiritual”;
la segunda es que no cualquier lectura bíblica o cualquier meditación con
perspectiva bíblica es de hecho lectio
divina.
Sería necesario, para esclarecer, relacionarse con la tradición
patrística. Mas si de verdad el encuentro entre Dios y el
hombre acontece en la palabra, entonces la Escritura es el lugar de la
recíproca hospitalidad entre Dios y el hombre, y cada hospitalidad tiene sus
reglas.
2.1.2 La segunda es la valorización de la santa liturgia. No
siempre se puede decir que la reforma litúrgica sea lograda o haya sido acogida
con la disponibilidad y la preparación adecuadas. Estos últimos años en
particular han visto un retorno a algunas fáciles devociones que tienden a
asegurar quienes viven una vida de oración porque son, diríamos,
“cuantificables”, mas de hecho no favorecen la relación con el misterio
pascual. Considero superfluo recordar aquí las dimensiones de hospitalidad
típicas de la liturgia.
Ciertamente la acogida del misterio en la
cotidianidad, a partir de la Eucaristía como culmen et fons, y
presentado de nuevo después por la salmodia de la Liturgia de las Horas,
impone una mentalidad exigente: no se tratará sólo de buenas disposiciones y devociones, mas de una constante
dedicación a los textos.
En particular creo que deberíamos escuchar el Concilio cuando exhorta a una particular
formación en los Salmos, recordando que los Salmos han sido el gran
texto de oración y de formación en la
piedad hasta toda la edad media inclusive (por ende también para Francisco y
Clara); han sido la oración de Jesús; son la oración de la iglesia indivisa
y de Israel. También su función ecuménica es por
esta razón insustituible.
2.1.3 La última instancia es precisamente la ecuménica.
Del todo ignorada en nuestras actuales Constituciones (y recuerdo bien cómo, al
menos en Italia, ninguna comunidad señalara esta ausencia en el texto propuesto ad
experimentum al momento de la redacción final en 1985, así que tampoco nosotros propusimos
inserir un artículo sobre este tema, pensando que los tiempos no eran maduros), creo que ahora no pueda
ya ser ignorada, así como no
se puede ignorar el diálogo
interreligioso, con la guía de
la enseñanza conciliar valorizada por los últimos pontífices.
Probablemente ahora los tiempos están maduros porque también nosotros nos abrimos a estos problemas, justamente para salir de una mentalidad de pura supervivencia,
en Europa, y relacionarnos con
el extranjero en clave de hospitalidad, y para abrirse a una distinta dimensión misionera de las Hermanas en los países donde hay fuerzas y recursos.
Se
trata de anunciar el Evangelio,
aceptando que la palabra de Dios se
haga camino a través del testimonio
de la fraternidad sin pretensiones de conversión que, acaso,
debería interesar antes de todo
a nosotras mismas. “Nuestro” exodus
stabilis, precisamente, antes de todo.
(...)
2.3 Quisiera concluir este punto recordando que
Francisco ha metido un poco en el centro de su vida el Concilio de su tiempo,
el Lateranense IV. No todas las conclusiones de este
Concilio fueron positivas y apreciables. De algunas de ellas, por ejemplo, hoy
no sólo tomamos las distancias, mas por sus consecuencias Juan Pablo II ha
pedido repetidamente perdón. Francisco, por su parte, supo
discernir, me parece, cuanto era esencial y positivo, poniéndolo en el centro
de la propia experiencia espiritual y de su propia enseñanza, como, por ejemplo,
el culto eucarístico.
Creo que sea de hecho nuestro
carisma el adherirnos a la iglesia de nuestro tiempo y mirar a nuestro Concilio
Vaticano II con la misma atención. Es ciertamente probable que algunas posturas conciliares estén hoy
superadas, mas es importante estudiar los documentos que, en cada caso, tienen
una autoridad magisterial superior a los documentos de pontífices y
congregaciones a causa de la solemnidad de la convocación conciliar y de la
colegialidad en ella vivida.
3. Hospedar
La primera
hospitalidad resta siempre la que practicamos hacia Jesús, el Emmanuel, el
Dios- con-nosotros, el Dios que se hace próximo, con algunas consecuencias no
fáciles.
3.1 El Primer Testamento nos presenta una
figura singularmente hospitalaria que es la Señora Sabiduría (Pro 9) en confrontación
con la Señora Locura. El
carácter de esta hospitalidad es ser directa, una invitación explícita y
abierta a un banquete abundante y bien preparado. En cierta manera, se trata de una Sabiduría
razonable.
El Nuevo Testamento nos pide ser
huéspedes, hospedante y hospedado hacia una Sabiduría de signo diverso.
Llamémosla, para entendernos en seguida, sapientia crucis, o sea el
Cristo paciente, crucificado, muerto y resucitado. Una sabiduría, dirá el
Apóstol (ICor 1:24ss), que en realidad es locura. Nuestra vocación nos pide valor- el valor de
enfrentar situaciones difíciles, como todos los hombres y mujeres de nuestro
tiempo, con la esperanza loca de la cruz como punto de referencia. Afirmamos el
primado del Cristo en nuestra vida, mas privilegiando este aspecto de su
misterio, a la escuela de Francisco, de Clara y de Verónica, a quienes estamos
ligados por una solidaridad diacrónica,
a través de los siglos, gracias a las Reglas que nos han dejado y a su
testimonio.
Ellos son nuestra familia como si estuviéramos en
Betania, nuestros hermanos, más que
padres y madres, si queremos respetar su
lenguaje.
3.2 Hay algunas palabras clave que
deberían guiar nuestras jornadas: el
“pueblo de Dios” del que somos parte; el “reino de Dios” que debemos anunciar y
por el cual determinamos un estilo de vida (cf Mt 5-7); “la hora” que tiene constantemente
orientado nuestro tiempo, vivido no como
crónica ocasional mas como ocasión salvífica, momento tras momento.
3.3 Por esto la impostación de la vida es
teologal, más que ascética, y en clave teologal va entendida también la
pobreza, como total confianza en el Padre. Dios es el real protagonista de nuestra
vida y la ascesis, como las observancias, nos dispone sencillamente a
responderle en un clima de éxodo/conversión permanente y en la “contemplación”
de que ahora intentaré precisar los términos. La
palabra, de por sí, dice todo o nada. Hace pensar en un hecho mental o en un
fenómeno extraordinario. Mas en la tradición de la lectio divina, la contemplatio, es aquella comprensión de las Escrituras que
enfoca un camino espiritual de continua conversión (o de exodus stabilis), como ocurrió a las muchedumbres frente al
“espectáculo” (en griego θεωρία, algo que se ve con los propios ojos) de la
muerte de Jesús, como dice Lucas (23:48).
Y toda la multitud que estaba presente en
este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho. El “espectáculo” induce a la compunción y nosotros tenemos cada día debajo
de nuestros ojos el misterio de la muerte de Cristo propuesto de nuevo también
en el dolor de los hombres que esperan consuelo y esperanza.
3.4 Normalmente en
nuestros monasterios se lleva una vida modesta, en algunos casos realmente
pobre. Deberíamos, de todas maneras, preguntarnos si no hay alrededor nuestro
personas más pobres que nosotras, y no por
elección. A ellos debe, antes de todo, volverse nuestra atención
hospitalaria. Creo que no faltan las
ocasiones, mas creo también que hoy se nos pida ser particularmente creativas a
este propósito, de estar atentas a los pobres sin renunciar a un estilo de vida
pobre, a la vez silencioso y retirado.
Aunque Francisco
reconociera en el duro rechazo de sus frailes la cumplida leticia, nuestras comunidades de hermanas, como la de
Betania deben vivir una real acogida sea hacia los que se arriman a nosotras
para compartir nuestra oración sea hacia quien tiene necesidades vitales. Insisto sobre esta hospitalidad a ejercer con
la debida inteligencia espiritual, porque siempre existe el peligro del
prejuicio o de asumir tareas que no nos competen, tal vez por exceso de
generosidad.
Sabemos bien nosotros en
Europa donde las tensiones étnicas, formas larvadas de racismo y otros
problemas parecidos están desgraciadamente a la orden del día, además del
riesgo de transformar al monasterio en una agencia de ayuda social.
Por cierto algunas de las
hermanas aquí presentes pueden hablar de conflictos que se viven en sus países.
Mas no deberíamos olvidar que a menudo los primeros conflictos son
intracomunitarios y que la comunidad es como un sacramentum humanitatis, en el bien y en el mal. En este sentido
nuestra vida tiene el valor del símbolo.
Cada
comunidad encierra a un entero mundo, por cuanto pequeño en el número y en la
calidad de la vivencia de cada persona. El compartir del tiempo, del espacio,
de la oración, del trabajo, del cansancio sea de la vida cotidiana sea en la
comunicación, la capacidad de acogerse recíprocamente, en particular con el
perdón, hacen que en un monasterio se representen a nivel constante y ferial, a
medida de comunidad, todos los aspectos de la condición humana. Podemos, una vez más, referirnos a la palabra
autorizada del Concilio Vaticano II: Las
alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de hoy, de los
pobres sobre todo y de todos los que sufren, son también los gozos y
esperanzas, las tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay
genuinamente humano que no encuentre eco en su corazón. Su comunidad, de hecho,
está compuesta de hombres, los cuales, reunidos juntos en Cristo, son guiados
por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han
recibido un mensaje de salvación para proponer a todos. Por ello la comunidad
de los cristianos se siente verdaderamente e íntimamente solidaria con el
género humano y con su historia.
Todo esto no debe inducir a una clausura (somos
“un pequeño mundo” y por esto “un mundo pequeño” -en italiano la posición del
adjetivo es significativa, porque cambia el lema dándole una connotación
ligeramente negativa y sarcástica), mas a una abertura mayor, antes de todo
entre nosotros. Considero que sea
necesaria una mayor comunicación entre las federaciones, sin pensar que “cada
cual tiene sus problemas” y debe
resolverlos sólo en nombre de las diferencias culturales. Debemos evitar el
riesgo de privatizar nuestra vida y
experiencia, acaso bajo pretexto de inculturación.
“Comunicar” no significa “uniformar” o “uniformarse”, mas incrementar el
intercambio que en parte ya existe y que, por ahora, si percibo bien, se limita
a peticiones de ayuda en personas y/o bienes.
A parte las diferencias culturales, se pueden poner en circulación ideas,
proyectos, instancias formativas: la sociedad civil camina en esta dirección,
no siempre del todo positivamente, pero lo hace. Pienso que nosotros debemos abrirnos más a
relaciones fraternas que sobrepasen la pura necesidad. Tenemos mucho que aprender
las unas de las otras.
Debemos recordar que el gran mandamiento-guía, el
que encontramos más veces en el Primer
Testamento, es el de amar al extranjero, en hebraico ger, o sea un prófugo residente o, un residente temporal por necesidad.
Madurándolo bien, la condición del ger es la que cada uno de nosotros vive en cuanto “peregrino y forastero
en este mundo”, mas es también la de Dios, que permanece,
aun cercano y encarnado, siempre “otro”
respecto a nosotros.
Pero no quiero extender demasiado este aspecto de nuestro discurso, por cuanto
sea importante.
3.5 Esta instancia de comunicación recíproca está estrechamente ligada a la
naturaleza misma de nuestra vida, que es vida de escucha obediente del Señor que
se manifiesta en su palabra y en la historia, y es vida de espera de la epifanía última del reino.
Nosotros
sabemos bien que el reino ya ha
venido y que, en cierta manera, todo
está cumplido (cf Jn 19:30), mas sabemos también que tal cumplimiento debe manifestarse.
Estar centrados en la espera del reino
ofrece una esperanza y una razón
para vivir; nos hace sentir partícipes del dinamismo interior a la historia, que
va hacia el reino, librándonos de momentos de pesimismo
y clausura; nos revela nuestra total insuficiencia: ¿qué podríamos hacer frente a los grandes problemas de los hombres de nuestro tiempo?
Nos
hace entender entonces el sentido
último de nuestra oración, como el mismo Jesús nos ha enseñado (Mt 6:10) nos
hace mirar al presente y al futuro
con esperanza y optimismo.
Permítanme,
al contrario, una consideración personal: a veces tengo la impresión de que
nosotras hermanas y nuestras comunidades,
inmersas en problemas concretos a breve
y medio término, no esperamos más
esta gran epifanía. Es como si no deseáramos ya nada.
Ahora es verdad que un pobre no tiene deseos, mas nosotros debemos siempre pensar
“alto”, mirar a la historia en clave
profética, o sea como la mira Dios
mismo, a la luz de las Escrituras
e invocar la venida última del Señor,
como nos impone la última página del
Apocalipsis.
3.6 Página que nunca
ha sido escrita para los que viven en monasterio, mas para todos los cristianos. En su época, para
los que vivían la persecución y hoy, para nosotros, que vivimos, en general,
en el clima del entusiasmo
mediático hacia la iglesia y de la indiferencia hacia la vida cristiana y las responsabilidades que conlleva. La indiferencia puede matar como -y más que- la persecución. Por esta razón se nos pide ser sencillamente cristianas. Votos,
compromisos, Constituciones, monasterios, carismas,… o nos ayudan a esto o
existe el riesgo de que pierdan su significado.
3.7 Pues: cristianas, que viven juntas como
hermanas, en pobreza, en nubilidad, en hospitalidad, con todos los significados
que esta palabra conlleva y que he intentado evidenciar.
Pero sobre todo “hermanas”
porque esto es el gran testimonio que hoy el mundo necesita. Ser hermanas conlleva unas responsabilidades
y sería demasiado fácil escribir un libro negro de la fraternidad,
basándose en los equívocos que a veces se crean.
Por
esto prefiero, una vez más, ofrecer un modelo bíblico para entender quién sea
un verdadero hermano y por consiguiente una verdadera hermana.
Como pueden fácilmente prever, pienso en
José, el hijo de Jacob (Gn 37-50).
Brevemente recuerdo las
características: como todos es un joven que tiene defectos y sueños. El primer
defecto es ostentar el amor de su padre
y sus propios sueños. Mas,
una vez perseguido por los hermanos, aprende a custodiar sus sueños en secreto,
soporta todo, se adapta a todo, sabe esperar, siempre pensando, también en
relación con Egipto, que el bienestar
ajeno es el suyo. Viendo de nuevo a los
hermanos no se venga ni cede al fácil sentimiento: elige la educación para sí
mismo y para ellos, asegura el bien de todos y acepta la gran desilusión final
cuando se da cuenta de que los hermanos no han entendido nada de cuanto él ha
hecho. Él, al revés, ha aprendido a leer la historia con los ojos de Dios, por
esto puede elegir ser hermano. Porque se trata, precisamente, de una
vocación y de una elección.
4. Quisiera concluir esta exposición refiriéndome a
los hermanos que nosotros tenemos de hecho más cercanos, quiero decir la
Primera Orden. A Ellos siento decir: ayúdennos a “hacer” solas. El llorado
p. Lázaro (y ahora más en esta ocasión, se me ocurre y evalúo cuánta
importancia haya tenido para nosotras su presencia y su obra) me dijo una vez, hace muchos años,
que nuestro futuro está en el
autogobierno. Es como decir: pedimos una
presencia discreta de nuestros hermanos de la Primera Orden que nos ayuden a
leer los problemas de manera tal que solas, en el contraste franco, se
encuentren las soluciones necesarias. De
aquel coloquio de antes ha pasado mucho tiempo, y nuestras relaciones recíprocas se han
esclarecido mucho, aunque quizás tengan la dificultad de la exigüidad de las
fuerzas. En cada caso -y pienso que los Hermanos estén de acuerdo- no
dependencia, mas ayuda recíproca según
la respectiva vocación. Yo espero y pido, creo en nombre de todas, que esta colaboración continúe, y por
ende crezca y nos ayude a crecer.
5. A modo de conclusión quisiera recoger en unos
pocos puntos lo que he expuesto. Creo que debemos tener una mentalidad
“proyectual”, que no se repliega sobre sí misma, sino que abre en esta
dirección:
ü Sinodadidad de la Orden en el sentido
etimológico de caminar y hacer alto en el camino junto a lo largo del camino.
Juan Pblo II concluyó el Jubileo proclamando: Duc in altum; Benedicto XVI nos recuerda que de todos modos de
tiempo en tiempo la barca debe echar el ancla.
ü Acoger, hospedar al Señor, en la liturgia, en las escrituras, en el
carisma, pero, sobre todo, en las hermanas (con frecuencia éste es el aspecto
más pesado), en su paso por nuestra historia, en los pobres, en los alejados,
en los hermanos de otra confesión o de otra religión.
ü Escuchar al Señor, poniendo nuestros ojos
en los suyos, como hace todo discípulo con su propio Maestro, buscando tras los
signos el rostro de Dios.
ü Interrogar al Señor como verdaderas
discípulas, para aprender el servicio de Dios y de las personas.
ü Estar en la cena con el Señor, en una
relación estrecha, que permite a Jesús, si se puede decir así, expresar los
propios sentimientos, y dejarse incluso morir hasta decir: “Lázaro, sal fuera”.
ü En la espera, en la invocación y ya
preanunciando la venida del reino.
1 Alrededor del 20 aev-5Oev. “Philo had a much greater
influence on Christianity—not on the New Testament itself but on the Church
Fathers, Clement of Alexandria, Origen, Ambrose, and many others. They drew
eagerly on his allegorical interpretations and adopted many of his concepts.
However, owing to their different approach, many of his abstract concepts, such
as wisdom, Logos, and faith, were concretized in Christianity”.
cf Encyclopedia Judaica s. v. Philo
cf A. DE VOGUÉ, Sguardi sul monachesimo,
“Quaderni di Camaldoli” 29, Bologna,
2006, pp 41-42
Raquel “de los ojos
bellos” (Gn 29:17) sería justamente la vida contemplativa antes según la
exégesis tradicional judaica, después según aquella alegórica de los padres de la iglesia hasta la predicación
aún reciente. Véase, por ejemplo. Ambrosio, in Lucam, 7,85-86 e Sermo 103,2s
Como
ejemplo, véase el salmo 23
Juan Crisóstomo (Homilía sobre las estatuas, 2,5-6) considera un gran honor
tener a Cristo como inquilino para disuadir a los ricos de la especulación. El hecho que él sea huésped
es mucho más significativo
Una síntesis en veinte tesis sobre qué significa “ser cristianos” en H. KÜNG, Christsein.
Was heisst dos?, “Publik-Forum” 18
(2005) IV-XX